Desesperados los indígenas decidieron enterrar el tesoro en el alto Locumba, lo que es hoy la plaza del pueblo, pero dejaron el siguiente derrotero: primero encontrarán una llama, luego una canasta con un lorito, después las cargas de oro. Cada generación se fue transmitiendo este mensaje hasta que un grupo de osados tacneños fueron en búsqueda del codiciado tesoro.
En eso sobrevino el horrendo terremoto de 1868. El hallazgo cedió ante la amenaza del temblor que sepultó profundamente el tesoro, el cual sigue sepultado hasta la fecha. La gente del pueblo siente recelo ante la presencia de los que buscan tesoros, pues creen que puede repetirse otro terremoto y buscar el tesoro de los incas recaería otra maldición para los lugareños.
Es muy interesante
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